Por: Alfi Pérez

Nueva Jersey.- Desde el momento mismo en el que fue electa Méndez como diputada, parte de la queja de un sector social bahoruquense estuvo cimentada en que su gestión no sería dirigida por ella misma, sino por su padre.

Para muchos, la posadolescente de apenas 26 años sería la cara en el congreso y su progenitor, el cerebro detrás de las acciones y decisiones a tomar. Hasta ese entonces era solo la certeza de muchos, y la duda de quienes, como yo, creemos en que un cambio de sistema es posible, más si la oferta viene de quienes, en teoría, son visionarios, soñadores, valientes, viriles, capaces de transformar el mundo para mejor.

Los jóvenes. Pero, bien lo dijo José Ingenieros en su obra cumbre “El Hombre Mediocre”: no se nace joven, la juventud se adquiere, y hacerlo implica la renuncia a prácticas conservadoras o pasadas que en nada contribuyen al avance de los pueblos.

Justo en esas viejas rutinas hoy radican los grandes errores de la que también es vicepresidenta de la Cámara Baja. De ahí su lejanía tras asumir el cargo, y sus apariciones esporádicas de forma convincente al lanzamiento de alguna bola o entrega de uniformes deportivos, o como en el presente, su presencia en la provincia de forma activa a poco menos de dos meses para las elecciones. Exactamente como lo han hecho todos los del pasado.

Es más, me atrevería a decir que esos son mecanismos muy asociados al Balaguerismo, partido al que curiosamente perteneció su papá por más de dos décadas.

La representante en el congreso, y quien hoy busca su reelección, al igual que sus antecesores, no ha dado muestra de luces.

Tal cual sucede desde nuestro pasado, la persigue desde ya la sombra y el lastre de presuntamente dar privilegios a familiares, nombramientos a cambios de votos y pago a pseudoperiodistas para que la posicionen como buena, algo que sin dudas está de espalda a lo que el mundo de hoy requiere.

Usar como eslogan de campaña una aparente juventud, afianzándose solo en lo cronológico es algo burdo y burlesco. Sobretodo si tus acciones no son coherentes con todo el sacrificio que implica ser joven.

Y no hay forma de serlo cuando no se está en la capacidad de renunciar a privilegios, que como consecuencia se convierte en negación de derechos elementales en la vida de los representados. Pero para entender eso no solo implica leerlo y usarlo como discurso.

La juventud hay que sentirla desde el corazón. Corregir comas