Publicado el martes, 28 de febrero de 2012
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¿Me voy, y volveré?
Para mi, fue uno de los generales más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Douglas Macarthur derrotado por otro militar que peleaba la Presidencia en territorio continental de los Estados Unidos, mientras él luchaba en el pacífico y doblegaba a la dinastía japonesa.
La división de Corea y su intención de llevar la guerra a China fue su desgracia visible, pero hay biografos que señalan que Ike Eisnhowerle tenía miedo, y buscaba encontrar el momento de sacarlo de juego.
Hay dos frases celebres de este general segregado de la historia: ¡Volveré!, dicha en el pacífico, con una pipa en la boca y en medio de las aguas, y la otra dicha en la Quinta Avenida en su despedida; los grandes generales no mueren, se esfuman.
Douglas fue producto de su coyuntura, de sus circunstancias, cumplió consus dos frases celebres, volvió y años después se esfumó.
Chávez hace unos días, al salir a Cuba par tratar su cáncer usó una frase similar: Me voy, pero volveré. Leonel en su discurso de este 27 de febrero no escribió la frase, pero con su silencio la dijo.
Lo más importante de un discurso, es lo que no se dice, lo que no se ve, lo que no se trata. El silencio tiene un sonido y una forma de comunicarse, que lo manifiesta todo.
El presidente Leonel Fernández compareció a la Asamblea Nacional para su depedida de esta etapa constitucional, y lo que no dijo, constituye lo más importante de su larga pieza oratoria.
Leonel hizo un recuento de sus ocho años de gobierno, doce en total, y en cada pausa estaba presente lo que todos esperaban que dijera, y lo cual calló. ¿Me voy, y volveré?.
El Presidente lo dijo sin escribirlo, me falta tiempo para concluir esta obra que estoy reseñando. Me hace falta más tiempo para terminar mi obra cumbre, que es el Metro.
Como dijo Mccartur, primero, y Chávez hace unos días, “Volveré”.
El Presidente se cuidó de señalarlo con palabras, y para un fino orador como él la ausencia habla entre suspiros. Leonel no se despidió en su discurso, hizo una pausa, una posta, como los pasajeros de esos viejos trenes del Oeste, se desmonta a estirar las piernas.
El hombre es producto de sus circunstancias, decía Ortega y Gasset, y los marxistas lo acuñan como un producto de las coyunturas. Ese es el futuro de Leonel, un producto que cocinará el devenir socio-político.
Esto es lo que vimos del discurso: pedir licencia para descansar, como los viejos guerreros mogoles, echar una siesta en la maleza, para retomar bríos, remontar el caballo y con el sol de frente ir a la siguiente meta.