Publicado el viernes, 3 de febrero de 2012
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¿Cinco centímetros de tacón marcan la diferencia?
Los hay de aguja, más gruesos, más altos y más bajos... Usted puede elegir los tacones que más le gusten, pero si va a ser para uso habitual, tenga en cuenta algunas recomendaciones.
Según un estudio que acaba de publicar la revista 'American Physiological Society', si los suyos son de unos cinco centímetros y los utiliza un mínimo de 40 horas a la semana, en el transcurso de dos años empezarán a aparecer lesiones en sus pies.
Como explican los autores de la investigación, de la Universidad Jyväskylä (Finlandia), se sabía que el uso frecuente y prolongado de tacones altos acorta los músculos de los gemelos y aumenta la rigidez del tendón de Aquiles. Sin embargo, "apenas se han estudiado las consecuencias de estos cambios".
Ahora, este estudio demuestra que sólo hacen falta dos años para que los pies presenten signos de sufrimiento. "Aumenta la tensión gemelar y la fatiga de los músculos de esta zona, lo que repercute en la eficacia a la hora de caminar, es más incómodo e incluso genera dolores".
Así lo observaron los investigadores después de analizar el comportamiento de los músculos durante el paseo (lo que se conoce como la neuromecánica, es decir, parámetros cinemáticos, cinéticos y neurales) del paseo en 19 mujeres. Nueve llevaba tacones de un mínimo de cinco centímetros durante unas 40 horas a la semana y 10 apenas los usaban 10 horas.
Las participantes caminaron sobre una plataforma instalada en el laboratorio y se evaluaron aspectos como la fuerza de reacción del tobillo, la dislocación de la rodilla, la resistencia de los tríceps, la longitud de los músculos del gemelo, etc.
Lo primero que vieron fue que la tensión muscular era mucho mayor con el uso habitual de los tacones y, además, "la capacidad de rotación del tobillo era significativamente menor". Como explican los expertos, "se pierde flexibilidad, aumenta la tensión de los músculos de la zona y también el riesgo de lesiones".
Cambios en la forma de caminar
Este hábito empieza por cambiar la biomecánica de la marcha, es decir, se camina de forma distinta (la posición de la espalda tira un poco hacia adelante) y, después, con el tiempo, se producen modificaciones estructurales, sobre todo a nivel del tobillo, aunque también repercute en las rodillas, la cadera y la columna vertebral.
Como argumenta Christian Cora, podólogo del Instituto de Biomecánica de Valencia, "este tipo de calzado eleva el talón y transmite todo el peso sobre la parte delantera del pie (los huesos metatarsianos)". Esta es precisamente la "principal causa por la que la mayoría de las mujeres que usan tacones altos presentan callosidades en dicha zona".
Además, se observan "modificaciones en los tejidos blandos, los huesos soportan más peso y, por tanto, se forma engrosamiento e inflamaciones; también promueven o aceleran la progresión de los popularmente conocidos como juanetes".
Según el último estudio realizado en el Instituto de Biomecánica de Valencia, "el 100% de las usuarias presentaba callosidades, más del 50% sentía también dolor, entre el 25% y el 30% notaba inestabilidad del tobillo y el 5% había tenido algún esguince", señala Christian Cora. En dicho trabajo, "vimos que el estrés al que se somete la parte delantera del pie hace que los dedos empiecen a deformarse".
Según Juan Carlos González, director de Indumentaria del Instituto de Biomecánica de Valencia, especializado en el estudio del diseño del calzado para el confort y la mejora de problemas a largo plazo, "lo ideal para un zapato de uso diario es que el tacón no supere los 2-3 centímetros, que tenga una plantilla blandita y una horma adecuada que no apriete y sea cómoda".
Por El mundo.es